2 may 2011

Fracaso y desafecto escolar

Fracaso y desafecto escolarEl filósofo francés André Comte-Sponville, reflexionando sobre la relación padres e hijos, remitía a la respuesta que dio Freud a una madre que le preguntaba sobre cómo educar a sus hijos: «Haga lo que quiera, porque no funcionará»

 - CARME ALCOVERRO | CATEDRÁTICA DE EDUCACIÓN SECUNDARIA
La desigualad social es corrosiva, dice Tony Judt en su ensayo póstumo 'Algo va mal' (Taurus, 2010), porque acentúa todas las patologías sociales. La pobreza en la infancia va acompañada con mayores riesgos sociales más adelante. Aún más en los países más desiguales. Un estudio reciente ('Infancia y futuro', Fundación La Caixa, 2010) aporta matices respecto del caso español sobre la relación existente entre lo que ocurre en la infancia hasta los diez años, y que afecta al bienestar de los niños, y las consecuencias posteriores, especialmente en la adolescencia. Destacaré: la obesidad, la competencia socioemocional y el desafecto escolar. En los tres casos, en igualdad socioeconómica, los hijos de padres con una educación superior sufren menores riesgos. Según qué rutinas alimentarias, hábitos más o menos sedentarios, patrones de control o permisividad hay mayor o menor riesgo de obesidad (un 80% superior en hijos de inmigrantes). Aquellos niños incapaces de manejar situaciones difíciles sin tener que llegar a la agresión en la escuela primaria, tendrían a su vez mayores riesgos, por ejemplo, de ser expulsados por mala conducta en la secundaria. Un niño acosado en la infancia incurriría más fácilmente en conductas peligrosas en la adolescencia y en la etapa adulta. Y a la inversa, a mayor competencia socioemocional en primaria mejores logros educativos después. También en igualdad socioeconómica familiar, los niños inmigrantes serían menos competentes que los autóctonos (por las dificultades de adaptación a la nueva sociedad). Y el tercer riesgo, del que hablaré más extensamente, el desafecto escolar que puede conducir al absentismo, a repeticiones sucesivas, a no acabar ni la escuela obligatoria y al abandono, tiene su origen a su vez en los primeros años de escolarización. Las razones del abandono escolar no siempre están relacionadas con el fracaso escolar, pero sí que el fracaso estaría relacionado con ese desafecto hacia lo más propio de la escuela, hacia lo más académico.

Hace pocos meses la comisaria de Educación de la Unión Europea censuraba al Gobierno central por los recortes educativos, siendo España uno de los países europeos con más abandono (31,2%), el doble que en el País Vasco (14%) que está cuatro décimas por debajo de la media de la Unión Europea. Las razones, que ahora no analizaremos, son diversas, pero en todo caso los deberes aquí se están haciendo bien. Pero volvamos al desafecto, a ese desapego, a ese desamor hacia el estudio, a esa falta de aquel compromiso imprescindible con lo escolar que requiere cualquier escenario de aprendizaje: esfuerzo y concentración. Pero sobre todo capacidad de automotivación, disposición, deseo, que cuando no se da puede conducir al fracaso. Pues bien lo que lo previene es también el estilo educativo paterno: mayor dedicación en tiempo, y aún mejor si es de calidad (se les lee cuentos, se les enseña canciones, letras o números, se utiliza el elogio antes que el castigo sistemático, los niños participan en actividades extraescolares, etc.). Una paternidad ejercida por ambos progenitores, y que nada tiene que ver con la nociva sobreprotección.

Se sabía que a mayor educación de los padres menor fracaso escolar. Ahora bien, la aportación primordial de este estudio sería que la influencia de la educación familiar en el desafecto escolar es sobre todo debida al hecho de que son precisamente las madres con niveles educativos superiores las que tienden a dedicar más tiempo, y de mejor calidad, a sus hijos. Y que todos estos riesgos aunque no se manifiesten abruptamente hasta Secundaria, empiezan ya en Primaria, y se fraguan en el hogar, antes incluso que los niños se incorporen a la escuela. Ya que los modelos familiares, los valores que se transmiten, etc. resultan decisivos en edades tempranas, que es cuando se ejerce un mayor control.

Claro que si nos apartáramos de lo estadístico, y nos acercásemos sólo a lo individual, jamás tendríamos la certeza absoluta de éxito. No hace mucho el filósofo francés André Comte-Sponville, reflexionando sobre la relación entre padres e hijos, nos remitía irónicamente a la conocida respuesta que dio Freud a una madre que le preguntaba sobre cómo educar a sus hijos: «Haga lo que quiera, porque no funcionará». A lo que el filósofo francés añadía aquello que sabemos, aunque a menudo no sepamos cómo ejercerlo: «Para educar a un niño se necesitan dos cosas: el amor y la autoridad». Un consejo que tanto vale para el entorno familiar como para el escolar.

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