RELATOS
Quemar la adolescencia
GUILLERMO ABRIL/ elpais.com
Unos llegan a números uno a base de renuncias. Otros abandonan toda responsabilidad y pasan las tardes en un parque. De un deportista de élite a un delincuente juvenil, esta es la historia de siete chavales que han `abrasado? su etapa adolescente.
Jaime Alguersuari se ve a sí mismo empuñando el volante. Ruge el motor sobre el asfalto en uno de sus recuerdos más nítidos. Casi una premonición. Tiene ocho años y su padre está allí. Frente a él. Lo mira subido al kart, orgulloso. Suya es la frase que el hijo repite a menudo: "Hasta la victoria siempre". La pronuncia una y otra vez como para recordarse a sí mismo por qué está aquí. Por qué tiene 20 años y ha quemado su adolescencia pilotando a todo trapo. Hundiendo el acelerador hasta el fondo, dándole gas y subiendo poco a poco de categoría. Asumiendo responsabilidades. Más gas, más victorias, más potencia. Tomando decisiones en milésimas de segundo. Curvas y tangentes y diagonales. Dejándose ver por los circuitos de Europa desde que era un niño y peleando cada minuto. Dice que estudiaba en los aeropuertos. En los circuitos. En los andenes del tren. Donde tocara. Iba a clase de lunes a miércoles. Tenía entrenos todas las tardes. El jueves, viaje a cualquier destino para darlo todo en competición. Y vuelta a un lunes agotador. A los 18 se subió por primera vez a un monoplaza de fórmula 1. A los 19 se convirtió en el piloto más joven en competir en esta categoría, arrebatándole el registro a Fernando Alonso. Cuentan quienes le conocen que es un tipo que ha madurado muy rápido. Casi de golpe. Gajes del oficio. O creces o estás fuera. O vas un paso por delante o estás fuera. Cara a cara, Alguersuari desprende un aire asertivo y tajante. Un tipo duro de ojos claros. Mira fijamente a la pupila de su interlocutor y dice: "A mí lo que me gusta es conducir. Llevar el coche al límite. ¿He renunciado a una parte de mi vida, a mis amigos, a la adolescencia? Sí y no. Tampoco lo echo de menos. Estoy contento y en paz conmigo mismo".
Ha llegado a la cima, o muy cerca, sumando horas, sudor y sacrificio. Arañándole minutos a eso que llamamos adolescencia. Época de cambios. Periodo inestable y volátil. Un viaje incierto entre dos orillas: de la infancia a la edad adulta, casi diez años en los que uno hace y deshace en busca de sí mismo. Se vuelve persona. Vive y juega a conocer los límites. Estudia y aprende, mientras su familia, por lo general, le presta ayuda, cobijo y lo que haga falta. El 98% de los chavales de entre 15 y 18 años vive con sus padres, según el último Sondeo sobre la juventud española, del Centro de Investigaciones Sociológicas (2008); casi el 82% asegura dedicarse en exclusiva a estudiar, y nueve de cada 10 viven principal o exclusivamente de los ingresos de "otras personas". A esta edad, los índices de felicidad pulverizan las estadísticas. La adolescencia es un lujo contemporáneo. Un pasillo por el que los chavales de hoy deambulan el doble de tiempo que sus abuelos. Pero no todos o no de la misma forma. "Un ser humano puede tener claro lo que quiere en la vida sin necesidad de cumplir los 18", dice Lourdes Gaitán, coordinadora del grupo de infancia y adolescencia del Colegio de Sociólogos de Madrid. Alguersuari, por ejemplo, comprendió "a los 12 o 13 años" que su camino iba a ser divergente. Que tendría que cerrar muchas puertas para poder abrir otras. Pisó el acelerador y prendió fuego a la incertidumbre. El piloto se comió a 300 por hora los tópicos del adolescente.
Unos la queman por exceso, y otros, por falta de responsabilidad", explica la socióloga Moreno
¿Toleramos el machismo si es musulmán?
El respeto a la libertad religiosa no incluye aceptar discriminación de la mujer - La batalla por la igualdad parece excluir al mundo islámico - Pero hay límites claros: los derechos fundamentales
FERRAN BALSELLS 03/03/2010
Mujeres encerradas en casa para evitar que se relacionen, sin conocimiento del castellano, relegadas a una suerte de clausura por maridos que rechazan integrarse y no dejan integrar. El retrato podría ser de otro siglo, pero pertenece al colectivo musulmán que la alcaldesa de Cunit (Tarragona), la socialista Judit Alberich, describió ante el juez el año pasado en su declaración por un supuesto caso de acoso en el municipio. Fatima Ghailan, ciudadana española de origen marroquí y mediadora cultural de la localidad, denunció por coacción a cuatro miembros de la comunidad islámica del municipio, entre ellos el imán. La instrucción judicial refiere que la hostigaban por motivos como tener un empleo, conducir un coche y no llevar velo. En el supuesto acoso, ofrecieron a su marido casarse con otra mujer.
El imán en España: asalariado y sin formación
La batalla por desarmar el machismo en la sociedad española contrasta con estos hábitos, arraigados en parte del colectivo musulmán y consentidos por la Administración. "No se trata de un machismo inherente al musulmán", aclara Bernabé López, catedrático de Historia del Islam Contemporáneo en la Universidad Autónoma de Madrid. "Es un problema larvado de una sociedad patriarcal y rural. El islam que está viniendo a España es el de periferias urbanas, no ilustrado. Añaden a sus creencias una barbaridad que se debe combatir pese a que el factor religioso dificulta abordar el asunto", precisa.
Alberich lo abordó mediando entre las partes para evitar un conflicto en la comunidad musulmana de la localidad, lo que algunos consideran una concesión excesiva, algo que no se habría permitido entre miembros de otra religión. "Es un buenismo peligroso y mal entendido", señala José María Contreras, director general de Asuntos Religiosos del Ministerio de Justicia, entidad que ejerce de enlace entre el Gobierno y los cerca de 1,3 millones de musulmanes residentes en España, en su mayoría de origen marroquí. "El límite de la libertad religiosa es el de las libertades fundamentales. Ante una denuncia la respuesta es ponerse, con todas las cautelas, del lado del denunciante. De lo contrario esa tolerancia implica una rendición de la libertad individual", detalla. En el camino hacia la paz social de Cunit las denunciantes como Ghailan son animadas a retractarse para mantener el orden vigente. El caso también alerta sobre si contemporizar con el aislamiento femenino de una comunidad aborda el problema o da aliento a perpetuar la situación. "En toda mediación debe fijarse una línea roja que no se puede cruzar", razona Contreras. Ghailan mantuvo la denuncia, y la Fiscalía pide ahora penas de entre cinco a dos años de cárcel para los presuntos acosadores.
"El límite es negarse a fomentar comunidades marginadas. Cuando el conservadurismo extremo se excusa en el islam para no participar en la sociedad, hay que combatirlo", resume Mohamed Chaib, diputado autonómico del PSC y único representante político español de origen árabe y español, fuera de Ceuta y Melilla.
Chaib llegó a Sant Boi de Llobregat (Barcelona) procedente de Tánger a finales de los sesenta, un niño en uno de los primeros escenarios de acogida de la inmigración marroquí. "Había padres que no dejaban a sus hijas relacionarse con otros jóvenes, pero colaboramos con ellos hasta romper esa tradición. Se debe pelear en estos terrenos que parecen religiosos pero no lo son", señala antes de admitir que la política evita ese debate "por incómodo".
Parte del colectivo musulmán corrobora la falta de implicación que lamenta Chaib. "La Administración fomenta que la intromisión en las comunidades musulmanas parezca algo prohibido. Que los líderes se aferren a su cargo como si fuera una monarquía", se queja Mimon Jalich, musulmán nacido en Melilla y secretario general de la Unión de Centros Islámicos de Catalunya. Su perspectiva dibuja un colectivo fragmentado y receloso de ceder influencias ante el resto de comunidades, estructuradas como una suerte de taifas. En España hay cerca de 1,3 millones de musulmanes y 740 oratorios registrados, además de varios centenares de centros que funcionan de forma alegal. Al margen de una docena de grandes mezquitas, el resto son centros precariamente habilitados en pisos, naves o garajes, regentados por colectivos poco permeables entre sí. "Sólo se consienten los puentes justos y necesarios. La Administración acaba implicando a una parte minoritaria de la comunidad, por lo general la menos necesitada", lamenta Jalich.
La relación entre las administraciones y los ciudadanos españoles de origen marroquí fluye a través de entidades religiosas, culturales y deportivas. Pero la desestructuración del colectivo deja a gran parte de inmigrantes al margen de ese flujo. "En ese espacio viven musulmanas agredidas por sus maridos que las amenazan con devolverlas a su país de origen, esposas en situación irregular que no denuncian abusos por temor a ser expulsadas, y otras que abandonan a su pareja y terminan en la calle sin recurso alguno", relata Laure Rodríguez, trabajadora social y musulmana conversa que dirige la Unión de Mujeres Musulmanas de España.
Las mujeres que se rebelan suelen hallar el desamparo de una sociedad que no las contempla. "La mayoría terminan en la calle y en la prostitución. Ni tienen estudios ni logran de qué trabajar porque tampoco conocen el idioma", precisa Hadar Saabi, musulmana marroquí y ponente de varios congresos de feminismo islámico en España. Se trata de espacios contemplados ocasionalmente para hacer valer la Ley de Extranjería pero ignorados en políticas de igualdad. "No nos llegan. La Administración no presiona porque ha cundido la idea de que el islam justifica el maltrato, la inferioridad de la mujer. Domina una tolerancia que hace fracasar a la igualdad de género para la mujer musulmana. La sociedad ha asumido este esquema mental y nos ha vuelto invisibles", protesta Rodríguez.
La Administración teme pisar cristales en este terreno donde algunos ayuntamientos batallan desde hace años. "Las autoridades deben ser conscientes del discurso que manejan. No vale todo", razona Juan Francisco Iborra, responsable de inmigración de Roquetas de Mar (Almería). El municipio lleva décadas gestionando una fuerte presencia de colectivos musulmanes de origen subsahariano y marroquí que representa ya el 25% de la población. Hace dos veranos prendieron la localidad en una serie de violentas revueltas tras el asesinato de un senegalés. "Debe afrontarse con cautela, paso a paso. Con la mediación hemos logrado una convivencia aceptable pero requiere colaboración y gestos claros". Iborra pone un ejemplo: retrasó la apertura de una mezquita porque se insistía en mantener un acceso para hombres y otro para mujeres. "En un lugar público es ilegal. Les insistimos en que el ámbito de lo público se regula por la ley española. Ahora el local está abierto".
El Gobierno conoce la lección. "El Islam como religión es compatible con la democracia, como cultura introduce elementos difíciles de compaginar. Españoles y musulmanes debemos distinguir entre una cosa y otra, exigir el reconocimiento de la mujer es esencial para abrir esa brecha", asevera el director general de Asuntos Religiosos. Contreras traza la ruta: el islam deseado arranca con el conocimiento de la lengua, sociedad y leyes españolas; prosigue aplicando una igualdad de género efectiva y desemboca en una religión tolerante con la disidencia entre sus miembros. "No podemos decir al colectivo islámico que trabajamos para que un musulmán pueda dejar de creer el día de mañana", frena el parlamentario Chaib. "El no creyente es inconcebible para el mundo musulmán. Se puede ser más o menos practicante, por ahora no hay más", apunta. "Es cuestión de tiempo", atempera Abdennur Prado, musulmán converso presidente de la Junta Islámica Catalana y director del Congreso Internacional de Feminismo Islámico.
No hay datos, pero se estima que hay unos 30.000 conversos al islam en España. Encarnan la parte más progresista y menos representativa, y aspiran a convertirse en la bisagra que articule el islam anhelado por el prisma occidental. "El punto de partida es la igualdad del hombre y la mujer, valor que el islam comparte. Pero el Gobierno debe volcarse, ignora lo que ocurre a pie de calle", asegura Prado. El diálogo entre el Gobierno y el islam no llega a la calle porque se pierde en otras esferas. El Estado legitimó en 1992 a la Comisión Islámica de España como interlocutor para cuestiones religiosas relacionadas con los musulmanes, entidad vista con recelo por algunos musulmanes dados sus intereses afines a la monarquía marroquí. "Hay quien viene a España huyendo del acoso del régimen de Marruecos y aquí topan con más de lo mismo", advierte Prado.
"Estamos trabajando en otros medios porque la Comisión ya no es representativa", admite Contreras. "El Gobierno impulsa leyes de paridad pero en la Comisión Islámica no hay rastro de una sola mujer musulmana. Tampoco permiten a las mujeres acceder a la mayoría de mezquitas. Nadie les presiona para cambiarlo", pone el dedo en la llaga Saabi.
La lección falla en un momento delicado. "El musulmán ya no es inmigrante, a partir de ahora es español y la sociedad debe normalizar su presencia", advierte José Manuel López, director de la Fundación Pluralismo y Convivencia, creada por el Gobierno en 2004 para promover la integración de creencias religiosas minoritarias. En las aulas converge ya una segunda generación de musulmanes españoles compuesta por 200.000 jóvenes nacidos o criados en España. Europa conoce los riesgos del proceso: el modelo francés sigue debatiendo sobre la identidad de los cinco millones de ciudadanos musulmanes después de cuatro generaciones en un proceso de asimilación que se reconoce desbordado. "¡Qué fracaso sería para España perpetuar el machismo que colectivos musulmanes arrastran de una remota sociedad rural!", cuenta alarmado el diputado Chaib. "¡Qué desastre si los hijos de musulmanes no reconocen nuestros valores porque el país no les ha tenido en cuenta!", añade y, sin quererlo, su tono resuena a inquietante profecía.
El imán en España: asalariado y sin formación
La estrategia de la Administración para influir en el colectivo musulmán confiere un papel clave a la figura del imán. "Es el contacto para saber qué ocurre en cada mezquita. El problema es que no tiene ningún cauce de formación", dice José María Contreras, director general de la Oficina Asuntos Religiosos. En los países musulmanes, el Estado controla la selección y actuación de los imanes, clérigos con más de 10 años de estudios religiosos. En España puede serlo cualquiera. Un intelectual o un inmigrante que busque en la religión una salida económica.
Salvo en la decena de grandes mezquitas sufragadas con capital extranjero (Arabia Saudí, Siria o Emiratos Árabes), la mayoría de oraciones diarias en los 740 centros de rezo registrados las dirigen imanes marroquíes. Su formación suele ir ligada a las comunidades que les contratan. La elección depende de afinidades como la espiritualidad, lugar de origen y, sobre todo, la capacidad adquisitiva de cada comunidad. El imán es un asalariado que puede cobrar entre 600 y 1.200 euros mensuales. Si el colectivo lo integran inmigrantes rurales, pobres y con escaso nivel formativo, la formación del imán tenderá a moverse en esos parámetros.
El Gobierno no dispone de un perfil de los guías de la oración musulmana. La experiencia de Hesham El Sadr, promotor de la Asociación Cultural Islámica Attawwhid, ofrece uno oficioso. "Suelen ser personas llegadas en patera y sin medios que aceptarían cualquier empleo. Tienen un ligero conocimiento del Corán y ofrecen sus servicios", retrata. El imán de Cunit imputado por acosar a una mujer musulmana de la localidad solía trabajar en la construcción y se le encomendó la dirección del rezo porque sabe algo más de Corán que el resto, señalan miembros del colectivo. "Tras casi dos décadas viviendo en Cataluña no he encontrado ningún imán digno del cargo", lamenta El Sadr.
La relevancia que la Administración otorga al imán contrasta con la carencia de conocimientos. "Muchos ni hablan español, ni saben qué leyes deben respetar", advierte Hadar Saabi, ponente de varios congresos de feminismo islámico. Tal precariedad torpedea cualquier estrategia de integración.
La impaciencia no sirve para nada
BORJA VILASECA 19/12/2009
Querer acelerar el ritmo de los acontecimientos es una distorsión de nuestra mente. La clave para cambiar consiste en aprender a disfrutar el momento presente.
Me gusta que las cosas sucedan cuando yo quiero". "Odio que me hagan perder el tiempo". "Mándame el informe urgentemente". "¡Hay que ver qué lenta es la gente!". "Ya va siendo hora de que cambien las cosas". "¡Date prisa, que llegamos tarde!". "¡Lo necesito ahora mismo!". "¿Por qué no me ha llamado todavía?". "¡Me muero por que sea viernes!". "No soporto que me hagan esperar".
Vivir el momento
PARA CULTIVAR EL �AQUÍ Y AHORA�
"Para tener una actitud más constructiva hay que recordar de vez en cuando que todos los procesos tienen su función y su tempo"
Si le resulta muy familiar alguna de estas afirmaciones, seguramente conocerá bien qué es la impaciencia. Pero no se preocupe. Es una distorsión psicológica que tiene cura. Tan sólo basta comprender que es inútil. No sirve absolutamente para nada. Por más que nos quejemos, enfademos y lamentemos, las cosas van a seguir yendo a su ritmo, tal y como lo han estado haciendo y lo van a seguir haciendo siempre.
Y no sólo eso. Es muy perjudicial para nuestra salud emocional. Cada vez que nos invade la impaciencia es como si tomáramos un vasito de cianuro, vertiendo veneno sobre nuestra mente y nuestro corazón. Eso sí, a pesar de que vivimos en una sociedad que premia y ensalza la velocidad y la inmediatez, desprenderse del hábito de "querer las cosas para ya" es posible. Todo se reduce a un simple cambio de actitud.
EL VENENO DE LA PRISA
"Deseamos ser felices aun cuando vivimos de tal modo que hacemos imposible la felicidad" (san Agustín)
Imagínese que está al volante de su coche, conduciendo tranquilamente por una calle de un solo carril. De pronto se forma una inesperada caravana. Aunque usted no puede verlo, parece que un camión se ha detenido unos cuantos metros más adelante para realizar una descarga. Pasan los segundos y usted sigue sin poder avanzar. Poco a poco empieza a ponerse nervioso. Echa un vistazo a su reloj y suelta un tedioso resoplido.
Al poco rato comienzan a sonar los primeros bocinazos. En medio de aquel insoportable ruido, finalmente pierde la paciencia y, harto de esperar, se suma a la protesta y toca varias veces el claxon con rabia.
Al cabo de un rato retoma la marcha, impotente y molesto por lo sucedido. Puede que usted no sea consciente, pero las emociones negativas que ha creado mientras apretaba el claxon con fuerza le van a acompañar el resto del día. ¿Y todo ello para qué? ¿Acaso su impaciencia le ha servido para acelerar la descarga realizada por el camión? ¿Realmente cree que el conductor ha tardado más de lo necesario aposta sólo para fastidiarle? Lo paradójico es que la impaciencia sólo le ha perjudicado a usted.
LA RAÍZ DE LA IMPACIENCIA
"Lo que causa tensión es estar 'aquí' queriendo estar 'allí', o estar en el presente queriendo estar en el futuro" (Eckhart Tolle)
Pero entonces, ¿por qué lo hacemos? ¿Por qué somos impacientes? Aunque parezca mentira, ninguno de nosotros elige tomar esta actitud cuando la vida no se ajusta a nuestros planes. Por el contrario, la impaciencia surge mecánica y reactivamente de nuestro interior cuando vivimos de forma inconsciente. Se trata de un efecto, un síntoma, un resultado negativo que pone de manifiesto que la mirada que estamos adoptando frente a nuestras circunstancias es errónea.
Si volvemos al ejemplo del atasco de tráfico anterior -que puede ser extrapolado a cualquier otra situación cotidiana-, nos damos cuenta de que nuestro malestar surge al poner el foco de nuestra atención en el denominado "círculo de preocupación". Es decir, en todo aquello que no depende de nosotros, como que el conductor del camión realice la descarga más rápidamente. Y al no poder hacer nada al respecto, nos invade la impotencia, y con ésta, el agobio, el enfado y la lamentación.
Sin embargo, el camión tiene todo el derecho de pararse y realizar la descarga, de igual manera que nosotros también detenemos nuestro coche a veces, haciendo demorar a otros conductores. Si nuestro día a día no es más que un continuo proceso repleto de otros necesarios para que todos podamos completar nuestras actividades personales y profesionales, ¿dónde está el problema? ¿Por qué es tan difícil adaptarse a lo que sucede?
EL ARTE DE VIVIR DESPIERTO
"Si no hallas satisfacción en ti mismo, la buscas en vano en otra parte" (François de la Rochefoucauld)
La respuesta se encuentra dentro de nuestra cabeza. Cada vez que nos sentimos impacientes, ocasionándonos a nosotros mismos un cierto malestar, significa que estamos interpretando los acontecimientos externos en base a una creencia limitadora: que nuestra felicidad no se encuentra en este preciso momento, sino en otro que está a punto de llegar. O, dicho de otra manera: como creemos que no podemos estar a gusto en medio de un atasco, deseamos que éste termine de inmediato para poder llegar a nuestro destino, donde sí podremos gozar de nuestro bienestar.
Sin embargo, funcionar según esta falsa creencia revela una verdad incómoda, que suele costarnos bastante aceptar: la impaciencia suele ser un indicador de que no estamos a gusto con nosotros mismos. Porque si lo estuviéramos realmente, no tendríamos ninguna prisa en que el camión (o cualquier otra persona, cosa o situación) avanzara a una velocidad mayor de la que lo está haciendo. Ni siquiera aparecería la prisa, pues ya sabríamos de antemano que no sirve para acelerar el ritmo de lo que nos sucede.
Lo cierto es que sólo a partir de un estable bienestar interno podemos empezar a relacionarnos con nuestras circunstancias de una manera más consciente, pudiendo tomar la actitud y la conducta más convenientes en cada momento. A esta capacidad, los psicólogos y coachs contemporáneos la llaman "vivir despierto". Al darnos cuenta de que no podemos cambiar lo que nos sucede, sí podemos modificar nuestra actitud, centrándonos en el denominado "círculo de influencia". En el caso del atasco, implicaría respirar profundamente, poner la radio, cantar, pensar en positivo y otras acciones que dependieran por completo de nosotros.
De esta forma nos ahorraríamos la desagradable compañía de la impaciencia, un huésped que de tanto visitarnos termina por instalarse indefinidamente en nuestro interior. Eso sí, para adoptar esta actitud más constructiva es necesario que nos recordemos de vez en cuando que todos los procesos que conforman nuestra vida tienen su función y su tempo. De ahí que, por más que intentemos acelerarnos, siempre terminaremos chocando una y otra vez con esta inmutable verdad, causándonos por el camino la experiencia del malestar.
LA VIDA TIENE SU PROPIO RITMO
"El hombre corriente, cuando emprende una cosa, la echa a perder por tener prisa en terminarla" (Lao Tse)
Cuenta una historia que un hombre paseaba por el campo, aburrido, sin nada qué hacer. De pronto se encontró un capullo de mariposa y decidió llevárselo a casa para distraerse un rato, viendo cómo ésta nacía. Tras veinte minutos observando la crisálida, empezó a notar cómo la mariposa luchaba para poder salir a través de un diminuto orificio.
El hombre estaba realmente excitado. Jamás había visto nacer a una mariposa. Sin embargo, pasaron las horas y allí no ocurrió nada. El cuerpo del insecto era demasiado grande, y el agujero, demasiado pequeño. Impaciente, el hombre decidió echarle una mano. Cogió unas tijeras y, tras hacer un corte lateral en la crisálida, la mariposa pudo salir sin necesidad de hacer ningún esfuerzo más.
Satisfecho de sí mismo, el hombre se quedó mirando a la mariposa, que tenía el cuerpo hinchado y las alas pequeñas, débiles y arrugadas. El hombre se quedó a su lado, esperando que en cualquier momento el cuerpo de la mariposa se contrajera y desinflara, viendo a su vez crecer y desplegar sus alas. Estaba ansioso por verla volar.
Sin embargo, debido a su ignorancia, disfrazada de bondad, aquel hombre impidió que la restricción de la abertura del capullo cumpliera con su función natural: incentivar la lucha y el esfuerzo de la mariposa, de manera que los fluidos de su cuerpo nutrieran sus alas para fortalecerlas lo suficiente antes de salir al mundo y comenzar a volar. Su impaciencia provocó que aquella mariposa muriera antes de convertirse en lo que estaba destinada a ser.
LA FILOSOFÍA DEL 'AQUÍ Y AHORA'
"Bendito regalo es este al que llaman presente" (Sebastian Skira)
Más allá de comprender que todos los procesos que forman parte de nuestra existencia tienen su propio ritmo, despedirse de la impaciencia también implica descubrir que lo que necesitamos para ser felices ya se encuentra en este preciso instante y en este preciso lugar. De hecho, es imposible hallarla en ningún otro momento ni en ninguna otra parte.
Aunque se ha repetido hasta la saciedad, los seres humanos tenemos un peculiar rasgo en común: tendemos a olvidar lo que necesitamos recordar y a ser víctimas y esclavos de esta negligencia. Así, el pasado es un recuerdo y el futuro es pura imaginación. Lo único que existe de verdad es el presente, que es el espacio y el tiempo donde podemos recuperar el contacto con nuestro bienestar interno. Aunque no nos lo parezca, ahora mismo todo está bien. Todo está en su sitio, tal y como tiene que ser. El problema lo crea nuestra mente cuando no acepta lo que hay, tratando de cambiar lo externo, que no depende de nosotros, y posponiendo nuestra propia transformación, que sí está a nuestro alcance.
Algunos coachs especializados en desarrollo personal proponen que la próxima vez que nos invada la impaciencia nos preguntemos: "¿Qué es lo que no estoy aceptando? ¿Qué le falta a este momento? ¿De qué manera lo que está sucediendo me impide ser feliz? ¿Qué prisa tengo? ¿Qué voy a hacer luego?". Al analizar las respuestas, concluimos que desear que llegue un futuro imaginario suele ser una consecuencia de no estar en paz con nosotros mismos en el presente. Aprendemos a fluir cuando comprendemos que la realidad siempre es aquí y el momento siempre es ahora.
Vivir el momento
Cuenta una historia que el sabio Confucio animó a uno de sus discípulos a caminar por un bosque. Mientras el maestro paseaba distraídamente, silbando y observando los árboles y los pájaros con los que iba cruzándose por el camino, su acompañante parecía nervioso e inquieto. No tenía ni idea de adónde se dirigían. Harto de esperar, finalmente el discípulo rompió su silencio y le preguntó: "¿Adónde vamos?". Y Confucio, con una amable sonrisa en su rostro, le contestó: "Ya estamos".
PARA CULTIVAR EL �AQUÍ Y AHORA�
1. LIBRO
'¡Despierte!', de Anthony de Mello (Verticales de Bolsillo). Este libro contiene una charla sobre crecimiento personal impartida por este gran místico contemporáneo, cuya sabiduría inspira a los lectores a ver y relacionarse con la realidad tal como es y no como a ellos les gustaría que fuera.
2. PELÍCULA
'A dos metros bajo tierra', de Alan Ball. Esta serie de culto narra la vida de una familia estadounidense que regenta una funeraria, y desvela que el secreto de una existencia feliz es precisamente hacer las paces con nuestro pasado y despreocuparnos del futuro, centrando nuestra mente y nuestro corazón en el momento presente.
3. CANCIÓN
'Aquí y ahora', de Coti. Una canción que enfatiza que el mejor lugar del mundo es siempre aquí y que el mejor momento de nuestra historia es siempre ahora.
Prejuicios racistas hacia los "menas"
Por: Cesar Manzanos, doctor en Sociología y profesor en la Escuela Universitaria de Trabajo Social de Alava - 2/03/10 -
Para entender por qué se están instalando en nuestra sociedad ciertos prejuicios hacia un determinado grupo social hemos de comenzar por saber cuál es la imagen que se ha construido sobre ese colectivo, quienes la han construido y con qué intencionalidad. En el caso de la juventud extranjera desprotegida, el imaginario colectivo se ha edificado en torno a tres conceptos asociados: menores, extranjeros, no acompañados (menas). Y podemos observar que la imagen construida en torno a estos tres términos es del todo imprecisa, relativa, parcial y, por tanto, tendenciosa e inadecuada. Por ello vamos a poner en solfa cada uno de estos tres términos, en el origen de los estereotipos.
Por lo que se refiere a la categoría de menor, es un concepto político-jurídico que hace referencia a las personas sobre las cuales la administración tiene la obligación temporal de ejercer la tutela cuando son menores de 18 años. Pero por encima de todo, lo que otorga sustantividad a su realidad es que son niñas y niños adolescentes y jóvenes en situación de desventaja social, independientemente de su edad. Por tanto hemos de ir más allá de una óptica estrictamente jurídica, y por tanto reduccionista, que estigmatiza a estos jóvenes instalando en la sociedad la sospecha de ser defraudadores de la ley. Además, ellos han madurado psicológicamente antes, han tenido que aprender a asumir responsabilidades, a funcionar autónomamente, a buscarse la vida mucho antes, por lo que en muchos casos han madurado de un modo muy distinto que la infancia, adolescencia o juventud de las culturas de nuestros países enriquecidos.
En cuanto al adjetivo calificativo no acompañado, es aún más relativo y su uso nos confunde más que aportarnos luz sobre la realidad social de la que estamos hablando y a la que queremos dar respuestas. El estereotipo creado es que cuando hablamos de los menas nos referimos a chicos adolescentes, procedentes de países no comunitarios -principalmente de África y en menor medida del Este de Europa- que hacen el viaje para llegar aquí de forma ilegal y sin un familiar directo que en calidad de tutor les acompañe. Pero los estudios apuntan a la heterogeneidad y diversidad de situaciones. Así, por ejemplo, descubrimos que la mayoría de ellos, acompañados no por sus tutores, sino en grupos que denominamos bandas o con otros adultos, como en el caso de las pateras. En muchos casos vienen con referencias de con-nacionales y familiares que nosotros consideramos en nuestro esquema etnocéntrico de parentesco lejanos, pero que en sus culturas no lo son.
Son escasos los casos de familias que tienen la expectativa de compartir el proyecto migratorio una vez de que se hayan asentado y, sin embargo, el argumento racista para justificar la repatriación y la necesidad de frenar la inmigración de los etiquetados como menores no acompañados es que son utilizados como avanzadilla, para luego reagruparse su familia una vez que el menor haya conseguido la regularización de su situación. También en su país de origen las situaciones eran heterogéneas: en algunos casos estaban escolarizados y no trabajaban; más frecuentemente no estaban escolarizados y hacían vida en la calle sin trabajar; otros proceden de familias en situación de precariedad económica y en algunos casos también estaban separados de su núcleo familiar debido a diversas circunstancias.
El estereotipo que utilizamos para construir su perfil hace referencia a quienes están institucionalizados, es decir, visibles y en contacto por los sistemas institucionales formales, pero existe una cantidad importante de infantes, adolescentes y jóvenes no registrados en situación de desamparo, de abandono social y, en no sabemos cuántos casos, de explotación.
Por último, en cuanto a la tercera categoría extranjeros, es quizás la que más claramente desvela su condición impuesta por nuestras sociedades de llegada, por nuestras instituciones, por partidos políticos y medios de comunicación que generan una determinación legalista, políticamente interesada, donde no prima la categoría de extranjeros como situación transitoria con el objetivo de facilitar el proceso para que lleguen a ser nacionales, sino muy al contrario. El objetivo es crear prejuicios, dispositivos políticos, legislativos y policiales para limitar e impedir su proceso de incorporación social y buscar por todos los medios su expulsión.
Una de las condiciones para poder conseguir la regularización es permanecer oculto el mayor tiempo posible, para lo cual recurren a estrategias diversas: movilidad geográfica, evitar el contacto con instituciones, cobijarse al amparo de con-nacionales, dejarse utilizar y maltratar por mafias nacionales, huir del centro antes de cumplir los 18 años para no ser repatriados, etcétera. Esto les condena a internalizar una actitud constante de clandestinos bajo sospecha.
Lo que sí tiene en común esta juventud extranjera desprotegida es que, dentro de su heterogeneidad, provienen en muchos casos de situaciones sociales, familiares y personas deterioradas, donde han sido vulnerables y excluidos, y su situación en nuestro país se reproduce, con una amenaza constante de expulsión, persecución policial o etiquetamiento mediático y de exclusión social.
Y tienen también en muchos casos el rasgo común del objetivo claro de conseguir los papeles para poder residir y trabajar legalmente. No tienen nada que perder; lo peor que les puede pasar es que les devuelvan a su lugar de origen, y una parte importante tiene claro que intentarán regresar de nuevo. Muchos regresarán con más contactos con compatriotas y, sobre todo, con mayor conocimiento de cómo funciona nuestra sociedad, aunque otros quizás no vuelvan a tener la suerte de sobrevivir de nuevo a la travesía en patera
Un estudio del Centro de Estudios Andaluces, presenta "Un Retrato Sociológico de la Población Marroquí residente en Andalucia"
La investigación Inmigrantes marroquíes instalados en Andalucía. Una investigación colectiva 2007-2010 ofrece un riguroso análisis del fenómeno migratorio marroquí en Andalucía describiendo su evolución, distribución geográfica, zonas de origen, redes sociales y condiciones laborales. Un acercamiento necesario para conocer en profundidad al segundo colectivo más numeroso asentado en Andalucía tras los ciudadanos británicos.
Centro de Estudios Andaluces
El Centro de Estudios Andaluces ha presentado los resultados de una investigación destinada a analizar en profundidad el perfil sociodemográfico de la población marroquí asentada en Andalucía, en el marco del Seminario Relaciones Marruecos-Andalucía. Escenario presente y posibilidades de futuro, organizado conjuntamente con la Fundación Euroárabe con motivo de la I Cumbre de la Unión Europea con Marruecos que se celebra los días 7 y 8 en Granada.
Marroquíes en Andalucía es un programa de investigación desarrollado entre 2007 y 2010, bajo la dirección científica del doctor en Antropología Social, Mokhtar Mohatar Marzok, y coordinado y financiado por el Centro de Estudios Andaluces. Se trata de un macro proyecto de carácter internacional en el que han colaborado un total de 32 investigadores, procedentes de Marruecos, Francia y Andalucía, además de otras instituciones como la Fundación Tres Culturas, la Dirección General de Políticas Migratorias de la Consejería de Gobernación, la Consejería de Educación y la Universidad de Granada.
La metodología de investigación desarrollada para recopilar la información es pionera en Andalucía y resulta de especial interés ante la carencia de trabajos relacionados con esta temática. Los resultados se presentan a partir de la explotación de tres sub-proyectos autónomos entre sí, denominados: Cartografía de origen e itinerarios de movilidad; Relatos de vida y horizontes biográficos; y Etnocontabilidad: Una familia andaluza.
Cartografía de origen e itinerarios de movilidad
Para esta primera fase de la investigación, cuyos resultados fueron avanzados en el número 40 de la Colección Actualidad del Centro de Estudios Andaluces, se realizaron un total de 1.514 cuestionarios, redactados en dariya (árabe dialectal marroquí), en un total de 42 municipios andaluces y realizados por un grupo de 18 marroquíes, reclutados en los propios municipios objeto de estudio.
De sus resultados se desprende que en los últimos 10 años se ha observado un continuo crecimiento de la población inmigrante marroquí en Andalucía, con un total de 92.712 personas censadas en enero de 2008, representando uno de los colectivos más importantes asentados en Andalucía (el segundo en número tras los ciudadanos británicos).
El perfil de los inmigrantes marroquíes que eligen Andalucía como destino es el de una población eminentemente masculina, de entre 30 y 50 años, que procede principalmente del norte de Marruecos, de la parte que correspondería al antiguo Protectorado Español (1912-1956). La zona norte de Marruecos con provincias como Tánger, Tetuán y Nador, se presenta en la actualidad como el principal punto de origen de la inmigración marroquí asentada en Andalucía, seguida de los núcleos urbanos auspiciados por el dinamismo de la ciudad de Casablanca y, en tercer lugar, por la zona central de Marruecos que se extiende por las provincias de Khouribga y Beni Mellal.
Esta primera parte del estudio arroja asimismo importantes conclusiones relacionadas con las condiciones laborales de la población marroquí y sus redes sociales. En primer lugar, habría que destacar, según los responsables del estudio, la concentración en torno al trabajo no cualificado (68% de los encuestados), siendo los sectores de la agricultura (34,6%) y la construcción (22,4%) los más comunes, seguidos por la hostelería (13,5%), el servicio doméstico (9,8%) y como empleados de algún establecimiento con propietario marroquí (8,8%). Respecto a la situación jurídica de los marroquíes en Andalucía, un porcentaje cercano al 80% afirma disponer de permiso de trabajo, el 12% se encontraría en situación no legalizada mientras que el 8% serían estudiantes.
Según el tipo de vinculación que mantienen, se trata de un colectivo que conserva importantes rasgos de cohesión, manteniendo fuertes lazos con su ciudad de origen y familia. Desde la partida, la mayor parte de la población estudiada contó con ayuda en el momento de decidir e iniciar el proceso de emigración. Una vez en España, se mantiene ese compromiso informando a sus compatriotas a lo largo de su periodo de estancia en nuestro país (64%) o acogiendo a alguno de ellos a lo largo del último año (30%). Respecto al contacto con su país, el 97% de la muestra mantiene contacto con Marruecos y el 82% envía dinero en algún momento para hacer frente a una necesidad. Las edades intermedias y relativamente más asentadas – de 30 a 49 años – son las que asiduamente envían dinero frente a los más jóvenes, que se encuentran sujetos a un proceso de inserción más reciente.
Relatos de vida y horizontes biográficos
El perfil de los sujetos obtenido del análisis de las encuestas previas abarcó un abanico amplio de “situaciones sociológicas posibles: solteros, prometidos, casados, divorciados, viudos, jóvenes, adultos, retirados, profesionales liberales, comerciantes, precarios, desvinculados de sus lugares de origen, implicados activamente en sus pueblos o barrios de procedencia, instalados definitivamente, o bien de paso, aquellos que vinieron buscando libertad, un salario regular, un amor o simplemente una aventura…”.
De ahí la necesidad de poner en marcha a un segundo equipo de investigadores concentrado en las experiencias derivadas del proceso migratorio de los sujetos, más allá de las restricciones propias de una metodología como la del cuestionario cerrado. En esta segunda fase de la investigación, basada en una técnica cualitativa desarrollada paralelamente al trabajo cuantitativo, se reconstruyen diferentes relatos de vida con la pretensión de cartografiar “aquellas propiedades sociológicas y experiencias más sobresalientes de un proyecto migratorio” y abrir nuevas perspectivas de un mismo fenómeno.
Así, entre algunas de las historias de vidas trazadas cabe destacar, entre otras, la de Hassan, campesino, originario de una provincia del sur de Marruecos e instalado en el litoral granadino como jornalero, una historia representativa de la emigración laboral. Si bien en un primer momento nos encontramos ante un proyecto clásico, con el paso de los años se verá sometido a nuevos retos, como un matrimonio con una mujer europea que le obliga a replantearse su proyecto migratorio y su estancia en España. La historia de Yamila, proveniente de una familia de artesanos de Marrakech, permite, por otra parte, explorar otros aspectos ligados a la emigración femenina. Una boda concertada por intermediación de su familia y el proyecto de reagrupar a su nuevo marido, constituye un fundamento para abordar aquellos procesos donde las relaciones de género se exponen, en relación a la sociedad de origen, a cambios importantes. O bien el relato de Ahmed, un menor no acompañado, introduce un fenómeno de reciente consolidación en España y que ha supuesto – en el marco de la protección a la infancia – el desarrollo de dispositivos institucionales específicamente destinados a la tutela de estos menores. Los recursos y competencias con los que estos menores hacen frente a su instalación son el hilo conductor de esta historia.
Etnocontabilidad. Una familia andaluza
Esta tercera fase, desarrollada por un grupo de investigadores de la Escuela de Altos Estudios de Paris, tiene como objetivo realizar un estudio tipo de la economía doméstica de una familia de inmigrantes, empleando para ello una metodología que permite analizar los diferentes aspectos materiales y simbólicos que integran la gestión cotidiana de un presupuesto familiar.
Como ejemplo, se ofrece el caso de una familia de inmigrantes marroquíes asentada en la Costa del Sol, y con la que los investigadores convivieron varios meses con el fin de llevar a cabo lo que denominan “contabilidad doméstica en su contexto”. La investigación se desarrolló en tres fases. Una primera fase, de observación intensiva y continuada en el seno familiar, que duró aproximadamente un mes; una segunda fase, de una semana, en la que los investigadores sometieron a juicio de la familia diferentes aspectos de la contabilidad y sus respectivas evaluaciones; y una última fase, en la que los investigadores realizaron un trabajo de campo en la sociedad de origen de la familia, en este caso, en una pequeña aldea en el norte de Marruecos, con la intención de comparar sus procesos de gestión.
Bajo este contexto, y contrariamente a lo formulado por los trabajadores sociales del municipio donde se desarrolló la investigación, los investigadores concluyen que el rol que juegan las mujeres en la gestión y producción del equilibrio presupuestario es fundamental. La mujer, en contra de las interpretaciones generalizadas (falta de formación, bajo dominio del castellano…) demuestra sobre la práctica la capacidad de innovación y adaptación para gestionar presupuestos en contextos diferentes a los que estaba acostumbrada.
A partir de los resultados de esta fase del estudio, los investigadores proponen un manual de antropología económica, en el que se desarrollan diferentes aspectos metodológicos de la investigación, que son susceptibles de ser aplicados a otros estudios sobre familias de toda condición nacional o social.
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