23 ene 2009

EN ESTA ORILLA - Salud Mental

FLAVIA VELASCO

Hoy, al llegar a mi puesto de trabajo, prestado (realizo una sustitución de auxiliar administrativo), no podía creer lo que estaba viendo. En la sala de espera de la sección de Salud Mental del centro médico en el que presto servicio, encontré a tres señores. Un hombre mayor de barba blanca, un joven de pelo casi rojizo y un negro de intensos ojos negros.
Los dos primeros portaban corona y el último, un turbante. Al tomar posición tras mi ventanilla, caminaron, con majestuosidad, hacia mí.
Traían un informe del servicio de Urgencias donde, al parecer, habían acudido el día anterior. El facultativo que los atendió les facilitó una serie de fármacos para mitigar, de forma momentánea, su dolor, en espera de que les atendiera un especialista.
Me contaron, con lágrimas en los ojos, la depresión en la que se encontraban sumidos desde el día anterior. No pudieron repartir todos los regalos que les pidieron los niños. Fábricas y fábricas de duendes habían cerrado por la crisis. También se encontraron sobrecargados, como nunca, por las cartas de adultos pidiendo regalos (puestos de trabajo seguros, hipotecas asequibles...), extinguidos como los unicornios.

Aún siguen dentro de la consulta con el doctor...

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